-El mono del Capitán me ha robado el ron-

Los tres tubos se alineaban, dos de ellos con tres hielos y un gajo de naranja. Habana siete años, Cacique y una cerveza era el desfile alcohólico de aquella barra de mala muerte. Cada uno de nosotros era un pirata tuerto, cojo, sin loro y sin barco que contaba las batallas navales de las que salio con vida. Lo haciamos pasando el humo por la nariz y la lengua por los labios. Encorbados hablamos en secreto durante un hora:

-¿Y el tipo del paraguas...

-Aún no me ha respondido.

-Qué era lo que escribes...

-Una obra de teatro.

-¿Con eso intentarás llegar al tesoro que buscas?

-Eso intento amigo, eso intento...

Las conversaciones eran siempre incompletas, o mejor dicho, inacabada. Pues cada uno sabe perfectamente lo que piensa el otro, son muchos años en el mismo barco para perder el tiempo en terminar las frases. Solo necesitabamos de nuestra compañía, nuestras armas y nuestro ron.

Una vez más brindamos por seguir con nuestro rumbo pase lo pase, conclusión del tema "las mujeres y similares." Y un segundo brindis por ser compañeros de aventuras por un año más. Nos atragantemos en nuestra melancolía de perro viejo.

El resto de los clientes eran felices, algunos hasta estaban enseñando a sus vástagos a jugar a los dardos, mientras nosotros cada vez más borrachuzos seguíamos hablando del destino y la suerte, las rutas equivocadas de nuestras vidas, y las direcciones erróneas que seguimos. Aquello fue una clase privada de humildad de unos sesenta minutos.

Solo tenemos veintitantos pero nos sentíamos tan viejos como Neptuno. Nos quejamos del frio que entraba por la puerta calando en nuestro huesos, nos quejamos del volumen del televisor, incluso nos quejamos de que había pocos pistachos en la lata de pistachos. Entristecidos nos preguntábamos porque eramos lo que eramos, y porque diablos funcionan nuestros sesos así y no de otra puñetera forma...

-¡Alegrar la cara! -interrumpió la posadera- ¡Anda que no os queda aún suelas que gastar!

Después de ese inciso, soltamos un par de monedas de plata y nos fuimos a descansar, nos cansó la idea de que aún nos quedaban noches como estas y largos días de travesía hasta encontrar la isla y el tesoro de nuestros mapas. Nos fuimos a casa a peinarnos las barbas y dejar que acabara la noche.