Me fui a Verle.

Una vez más, me fui por un día, con mi zapatillas blancas y cuatros rimas, a teñir el cielo con el gris sucio de la autovía y confundirlos en un solo cuadro. Subí todas la ventanillas del coche, pues hay una nube purpúrea que me persiga allí a donde vaya y tengo miedo de que se cuele por la ventana y me diga porqué me persigue.
Prendí dos cigarros para calmarnos, uno para mí y otro para mi jinete.

-Ya se irá la nube. No te preocupes.-Dijo mi amigo mientras fumaba-.

Con nuestras bocas calladas y más tranquilos, contemplamos el paisaje alejándonos del mar y del faro que se despedía diciendo: Hasta mañana niños. Seguid siendo lo que sois. Unos crios.

Suspiro en el coche, pensando en lo que no he escrito. De fondo, mientras los olivos apagan sus círculos verdes para convertirse en frutos negruzcos, se escuchan frases sueltas como esta del cd Odisea en el lodo: "...Mi estilo es caminar como si nada pasara, sabiendo que un descuido me hará sinónimo de olvido"... Hundidos por el Ritmo y la Poesía, llegamos a la gran vía. La noche era fría, pero Granada tiene un trato conmigo. Los duendes, los trasgos, de mí, se fían. Una vez en Fuensanta me salvaron la vida.

-Vereis, yo soy la criatura perfecta de los cuentos que envidian los escritores y hace llorar a las niñas. Yo soy de oro, plata y madera. Mi magia es la buena. Me la enseño un mago que dominaba a la luna y a las letras. Pero eso es otra historia que la contaré en otro momento. Cuando me halla ganado vuestro respeto-.

Atento, metro a metro, las luces de la fortaleza roja invadían nuestra retina, íbamos a llegar a buena hora a la cita. Los sapos aun estaban en casa, preparándose para que les besen alguna princesita de la Chana o de más allá. Quién sabe. Recogimos al Señor Árbol que también se estaba preparando. Nos esperaba con dos arpegios nuevos, con su guitarra regalada en su cumpleaños y sus maltratados dedos con uñas arañadas.

-¿Vamos? Nos está esperando.-Nos dijo guardando la guitarra en la funda malva encima de la cama.

-Sí, tengo ganas de verle -contesté entusiasmado- Mi fiel jinete asintió con la cabeza moviendo la barba.

-Compramos tabaco en el bar y nos vamos.

Llegamos a la casa del Viejo dejando un rastro de aros de humos desde el coche. Bajando las calles de piedras, meadas y los mejores graffitis del "niño de las pinturas".Vimos la puerta.

Toc, toc. Toqué en la madera curtida.

Nada más abrir repartimos unos abrazos. Vi el maletín color marfil del Viejo en el suelo. Sonreí.

-Por fin hemos llegado.-Dije con una mueca-

Conocí a un "Argentino Titiritero" y a sus títeres ¿O a "Los Títeres" y a un argentino? En una de estas vueltas extrañas con el Señor Árbol que tropiezas con amigos de amigos. El Argentino me presentó al Viejo.

En fin, después de abrir cervezas y empezar el concilio de la vida y la muerte del arte. Se acercaba el momento, se acercaba mi punto y a parte. Mis amigos se pusieron los guantes negros. Las luces se apagaron, menos una luz tenue de una lampara reciclada que iluminaba en su justa medida la habitación mientras una guitarra vibraba.

Salió "El Viejo".

Movimiento, luz y piel. "El viejo" Es un anciano desnudo del color del humo, con cuatro pelos y mirada triste. Cabizbajo busca pan por la casa. Siempre tiene hambre. Cuando tiene frio en las puntas de las orejas gusta de ponerse un calcetín en su cabeza.Es el único lugar donde tiene frio.

A oscuras y en silencio me encontró en la silla, escaló hasta mi rodilla, me miró y me dijo lentamente:

-¿Qué haces aquí?...

-Necesitaba verte.-le dije casi enamorado-.

-¿Porqué?...

-Por la magia que tienes Viejo.

-Te veo triste...¿Quieres hablar?...

-No gracias Viejo, solo quiero verte.

Hubo un intercambio de miradas.

-¿Me trajiste algo?...-Me preguntó como un niño-.

-Cuatro rimas y migas de pan en mi bolsillo...