viernes, julio 13, 2007

Espeto de artistas al fuego y a la noche.

El olor, la temperatura, la luz de aquella noche fueron anclajes de un recuerdo indeseado, un fantasma femenino, un rumor enfermizo en mi cabeza de risas instantáneas de hace algún tiempo en ese mismo lugar. La arena fresca, recordaba a lo que una vez fue una cama y un masaje para mis pies. Cuando antes paseaba, ahora solo ando.
Las cosas han cambiado, ahora camino en busca de una cerveza junto a mis camaradas. Intento andar sin mirar al mar. Intento no recordar.
Llegamos a la terraza. El lugar está rebosado en marisco, vino blanco y tintos. Algunos comían como cerdos mientras fumaban, otros enseñaban sus frentes quemadas a sus novias, que presumían de bisutería blanca, realzando su moreno, conseguido por un bronceador de coco, paciencia y lo que más envidio: La cualidad de no pensar. Ríen a gusto, mientras comen una rosada, que les sirve un Argentino con ojos que reflejan la añoranza de alguna sirena que dejó atrás. Lo sé porque tuve sus mismos ojos.
Entre el festín, llegaron dos rumanos, uno tocando el acordeón y otro la trompeta. Tocaban "Besame Mucho". Mis bucaneros y yo, escuchábamos atentos ha estos trotamundos, músicos excelentes que tocan para las ratas.
La gente no hizo ni el menor gesto para escucharlos, seguían con gula y atolondramiento la orgía gástrica de una gran cena festiva.
Ellos por debajo, seguían tocando, manteniendo una sonrisa preciosa.
Los comilones, rumiaban bolas de comida en su boca. Mientras que los rumanos mantenían cada nota, buscando alguna mirada perdída y algún gesto de pago.
-Debe ser penoso tocar para nadie.-Dijo uno de mis poetas y aventureros.
-No tocan para nadie...Tocan para ellos. -Dije sin pensar.
Callados nos dimos cuenta que no nos diferenciamos mucho de ellos. Esa noche la cerveza fue más amarga que de costumbre.
Dedicado a David y al Señor Árbol.

4 comentarios:

Tesa Medina dijo...

Describes muy bien la soledad y la añoranza, y también la indiferencia que en ocasiones llega hasta la zafiedad, e imagino a esos indiferentes ante la belleza de la música, con sus bocas de rumiantes grasientas, sus vidas vacías y sus estómagos a punto de reventar. Ellos sufren menos, pero también
disfrutan menos, se pierden los matices de la vida, las texturas y sin eso la vida es solo una sucesión de instantes repetidos de rutinas. Me gusta que regreses, que vuelvas a escribir. Me gusta leerte. Me gusta cómo lo cuentas.

Y siempre hay alguien que escucha, siempre hay alguien a quien le interesa lo que haces.
Besos.

crazyflamy dijo...

Me recordó a los músicos del Titanic, que a pesar del Caos, prefirieron seguir tocando un poco por la gente, yo creo que un mucho por ellos mismos...
Cuando uno se entrega a lo que le gusta, a lo que ama, qué importa que alrededor no lo valoren, a veces puede causar frustración, pero a fin de cuentas es nuestra satisfacción personal lo más valioso... Nuestro tesoro más querido.
Un beso.
Lucía.

Absurdo Rutinario dijo...

La envidia no es nada sana, pero en este caso más. ¡Envidiar no pensar! Anda quita quita.

Me ha encantado el cierre de la historia.

Toni dijo...

Como siempre me quito el sombrero. Solo unos pocos tenemos la dudosa virtud de leer la soledad y la tristeza hasta detras de una sonrisa.