martes, noviembre 13, 2007

JENIFER LA CORTA-UÑAS

La uña del dedo gordo del pie estaba tornando a una forma desagradable para lo que debería ser la forma de una uña higiénica y cuidada. Era ondulada, amarillenta y con un cierto relieve enfermizo de color purpureo. Era el terror de mis calcetines. La mañana del Domingo, revisando la agenda de mi mujer, encontré el número de la chica que le hacia la manicura y la pedicura. Así que llamé por teléfono. Una voz fina se puso al otro lado del aparato, lanzando vocablos de un lenguaje afrodisiaco que solo entendía mi miembro viril. Titubee exitado, pero logré pedir cita para las cuatro, la hora en la que me suelo tomar mi limonada en la terraza. Limones de mi limonero.
Mi mujer estaba en casa de Asunción preparando pastel de zanahorias. Tenían pensando regalárselo al reverendo por la misa del Domingo pasado. Una misa, que según ellas, el mismo Jesucristo hubiera bajado a darle un apretón de manos. Yo hace tiempo que dejé de creer en los apretones de mano, y ya en Dios ni os cuento. Mi mujer sin embargo, lleva unos años que solo habla del apocalipsis, la muerte, la Virgen María y en Cristo. Y yo solo pienso en cagarme en la puta que nos parió a todos. Me ha quitado la televisión, la cerveza, la sal y el tabaco. Me obliga a leer un pasaje de la biblia cada día y a mirarme los pies cuando entra alguna mujer en casa. De esto, mi descubrimiento. Mi zarpa. Mi pie mitad humano y mitad rata. Pues el hallazgo, fue debido a una visita repentina de la hermana de mi mujer, Ruth.
Ruth es un ángel que solo piensa en hacer el bien, suele llevar faldas opacas y camisas holgadas, pero aun así se esboza una dermis canela y unos pechos que deben de estar rellenos de crema de dulce de leche argentina. Cada vez que pasa por el bar del "Picotas" nos deja a todos con los ojos más abiertos que los de una cabra asomada aun monte, con esos andares de bailarina afroamericana. Que deja a las bailaoras del pueblo por cojas y arrítmicas. Mi mujer me tenía dicho, que ni me atreviera a mirarla. Que ya estaba al tanto de los comentarios cochinos que se hacían de Ruth en el bar.
Como dije antes, una visita inesperada de la divina Ruth en casa, fue lo que provoco el descubrimiento de mi endemoniada y preocupante uña del pie. No tuve más remedio que llamar a Jenifer para que acabara con esa prolongación de mi dedo.
primera parte.

7 comentarios:

crazyflamy dijo...

oh,-oh!!!!

besos
Lucía

Unknown dijo...

mas le vale no hacerle caso a su mujer o se volverá loco!!

mmm dulce de leche... que maravilla...

Besos!

María Jesús Siva dijo...

Siempre he querido saber hacer el pastel de zanahorias.
Yo tambi�n dej� de creer an los abrazos y en los que se acercan demasiado y despu�s se alejan cuando m�s los necesitas.
Lo que no cambian son los sentimientos masculinos que levanta una mujer al pasar por un bar. Esa euforia contenida que parece estallar con un "MADRE M�A" y la historia parece que se para.
Besos.

Tesa Medina dijo...

Delicioso relato. Este sí es mi mono.
Visual, tierno, irónico, sensual.

Que me ha gustado mucho, de verdad de la buena, y espero ya la continuación, porque esa visita a la pedicura promete.

Besos, mono. ¿Estás ya bien o casi bien?

Toni dijo...

Primera parte??? como que primera parte??? A mi me daban dos!!!

Te lo perdono porque ya no notarás en la frialdad de mis palabras que estoy ansioso por leer la segunda.

Esperaré pacientemente, pero no vuelvas a dejarnos ¿eh?

giraluna dijo...

me imagino el dedo todo enquistado, agggg
qué inseguridad la de la mujer del protagonista y qué mogigatería estúpida! no?
el pastel de zanahorias me hace recordar las pelis americanas que ponen los sábados en la tele en la sobremesa, no sé.
No dejaré de leer la segunda parte, o las que sean, de esta historia.
Mil gracias por pasarte por mi blog.
Un beso con continuará...
una vida lo que un sol.

Mos dijo...

Estoy deseando leer la segunda parte. Espero que la visita de Jenifer sea memorable. Seguro que sí. Saludos de mos.