"Satanis Boheme"

5

sobre la madrugada del domigo

Giré la cabeza bruscamente, y me encontré con un camarero más muerto que vivo. Señalándome con la uña una mesa con tres mujeres y un borracho. Antes no me había percatado de su presencia. Quizás, es que no tenían de eso.

El borracho me miraba con una invitación en su ceja.

Casi involuntariamente me dirigí con una clase de morbo y curiosidad hacia ellos. Las chicas, estaban riendo de una forma exagerada, a dos, se les marcaban la vena de la frente en forma de "i" griega. La tercera era una Valenciana perdida de las fallas, drogada y de labios vaporosos que no paraba de morderse como una vampiresa sedienta en celo. Se susurraban continuamente entre ellas, mientras miraban más a mis pantalones que a mí.

Guarras. Eso es lo que eran. -Pensé- A veces lo vulgar es lo certero.

Olían a putas borrachas, me dejé embriagar por el tóxico y relajante olor y me senté aplastado. Aunque sabía que sentarme no iba ser una buena idea.

Me sentía como esa chica tonta de las peliculas que sabes que va a ser la primera en morir...La clásica que lleva una felpa rosa en el pelo. Menos mal que yo llevo el pelo corto.

Aun así no pude resistirme y quedé clavado ante ellos.

Él, masticó sus palabras y escupió:

-Me he tomado el lujo de invitarte a un café...Para que sigas despierto... o dormido...

Su voz guardaba el temblor y la tartamudez que guarda un alcohólico a las diez de la mañana yendo al trabajo. Pero sin embargo, su mirada negra, era limpia y honda como un pozo inmóvil en el campo.

El camarero deslomado, apareció con un café, que colocó con exquisito cuidado en frente de mi mano izquierda, el azucarillo que acompañaba a la cuchara, era el mismo que encontré en casa. Una botella de absenta, llenaba tres chupitos para ellos. La etiqueta de la botella ponía "EL DIABLITO VERDE". "Noventa grados". Los mismo que estaba empezando a sentir en ese momento por mi cuello. El hueco de mis clavículas estaban empatanado de sudor.

-Sí Dorado... Yo estuve en tu casa. -Respondío a mi cerebro, cuando aún mis labios no se movieron.-

-¿Quién coño eres? -Ese "coño" sobró de mi boca, mi mente y mi cuerpo no estaban en su mejor consonancía-.

-Verás soy lo que para vosotros llamáis...Diablo... Pero realmente no existe "El diablo" existe "Tú diablo" el diablo de cada uno de vosotros...No sé que Santo dijo: Me pasé toda mi vida buscando a Dios a fuera, y estaba en mi interior.-Blasfemia y mofa, fueron los tonos con los que soltó la cita de Santo Tomás-

Púes algo así...Necesito de ti, Dorado. Quiero que escribas sobre mi... O sea sobre ti. Habla sobre nuestro pequeño encuentro Dorado, la gente a de saber de este lugar, y escribir sobre sus Demonios... Nos veremos pronto. Pero la próxima vez, estarás solo con una maquina de escribir.Pero te envito a todo lo que haya en la barra. Deberás escribir un libro- Me ordenó mi Diablo-

Eché el azúcar al café y removí, quería disimular mis nervios dando un sorbo al maldito café, Me quemé la garganta como si una plancha de hierro pasará por mi traquea. De un sabor tan fuerte que me atraganté acusadamente... Mientras me asfixiaba sonaba un jazz de despedida y cierre.

Medio ahogado, desperté en mi cama, con las mantas encharcadas. Me levanté descalzó al cuarto de baño a limpiarme ese sabor amargo, con enjuague bucal de menta.

El hombre confundido del espejo me preguntó con los mofletes inchados:

¿Cómo has podido atragantarte de café, si hoy no has tomado ni uno?

¿Jazz...Blues...?

Cambié las sabanas. Confundido, me senté en la cama, noté algo bajo el pie, como un sobre pequeño, como un azucarillo de algún bar...